martes, 29 de julio de 2008

El Cristo antiheroico

La ficción actual presenta a menudo a un tipo de protagonista muy peculiar: un antihéroe que sigue radicalmente su propio criterio, desoyendo todo qué dirán, toda opinión ajena y toda moralidad que se desvíe de sus principios. En consecuencia, a veces llegan a ser violentos o despectivos con los demás, ignoran abiertamente a las autoridades y a veces emplean juegos de palabras para no mentir, no romper sus promesas, y aún así seguir con sus propósitos.

El último ejemplo es la serie que estoy leyendo ahora mismo, "Equipo Médico Dragón". Escudándose en parte en su gran habilidad como cirujano que le hace indispensable, y con una actitud arrogante del que sabe que tiene la razón, su protagonista es un cirujano que se niega a acatar las decisiones de sus superiores en un hospital cuando éstas tienen más en cuenta intereses personales que lo que realmente requiere el paciente. En un episodio, una anciana afectada de cáncer terminal está siendo tratada con un nuevo medicamento anticáncer que le produce un intenso y constante dolor como efecto secundario; su médico le aplica este fármaco principalmente porque así puede dar informes favorables a la empresa que lo fabrica y recibir una jugosa comisión a cambio. El cirujano protagonista no interfiere directamente; se limita a visitar, cuidar y apoyar a la anciana… pero también informa de las escasas posibilidades de recuperación a su marido, y le habla de los tratamientos de apoyo que dejan la curación y se entregan a la asistencia de la persona, librándola del dolor, acomodándola y dándole confort los días que le resten; este tratamiento jamás había sido mencionado por el médico de la mujer para impedir que lo solicitaran.

En un caso completamente opuesto, un médico del hospital, enormemente íntegro, no quiere que su hija, ingresada allí, sea operada, dado que opina que es posible que supere su enfermedad a medida que su cuerpo madure, y se opone radicalmente a la cirugía y al cirujano protagonista. Cuando el director del hospital exige su operación y la asigna al cirujano protagonista, el padre llega al extremo de pretender dejar su trabajo y llevarse inmediatamente a su hija del hospital. El cirujano se ofrece incluso a acompañarle, pero el propio médico padece una afección cardíaca y es necesario que el cirujano emplee una batería de coche como desfribrilador improvisado para lograr salvarle. Finalmente, aceptando su cortedad de miras, el médico muestra al cirujano los datos sobre el corazón de su hija y le ruega que se encargue de ella… sólo para que el cirujano le diga que está de acuerdo con su diagnóstico: la operación no es necesaria, y no va a realizarla sólo porque se lo hayan mandado cuando eso debilita tanto al organismo, y más al de una niña.

Cristo también debió parecer un idiota rebelde pagado de sí mismo a las autoridades de la época, desacostumbradas a la oposición y más aferradas a su poder que a Jehová. No obstante, Jesús se encogió de hombros a palabras necias, y contestó con sonrisa condescendiente que era obvio que se debía dar "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Proclamó que Dios era justicia, y expulsó del templo a los mercaderes. Se salió con la suya una vez y otra, desafiándolo todo, incluso a los suyos, haciendo que Juan el Bautista le bautizara pese a que no se creyera digno, o anunciando a Pedro que, pese a lo fuerte que se creyera, acabaría negándole nada menos que tres veces. Y finalmente le mataron… y tres días después venció a la muerte, mostrándose a sus discípulos, seguro de sí mismo como siempre, con su sempiterna sonrisa fraternal que acogía a quienes aceptaban su verdad y enervaba a quienes le negaban. ¿Cómo no ser paternalista al aparecer ante alguien que aún así no cree que seas tú, que exige tocar tus heridas para asegurarse que no eres… qué sé yo, el gemelo malvado de su Mesías?

Jesús es nuestro héroe, pero sin duda fue un antihéroe. No le aplico el término como se hace con los personajes de ficción que en nombre de bien mienten, hieren, mutilan y matan; JAMÁS. Es un antihéroe por oponerse a lo que la sociedad tiene establecido como el Bien, por acercarse a los menesterosos, desharrapados, putas y ladrones, y decirles que también a ellos les ama y que son quienes más le necesitan. Recientemente, en los comics Marvel, el Capitán América -el segundo personaje más representativo de la empresa, sólo después de Spiderman- se convirtió en antihéroe cuando el gobierno toma una exigencia razonable pero la aplica con medidas inhumanas. Los autores se permitieron incluso un "homenaje" mostrando una cárcel fuera de territorio americano en la que no había por qué aplicar leyes, ni derechos humanos siquiera, como un reflejo de Guantánamo. El Capitán expresa su opinión con gran fuerza y nobleza:

No importa lo que diga la prensa. No importa lo que digan los políticos o las masas. No importa si todo el país decide que algo malo es algo bueno. Esta nación se fundó sobre un principio por encima de todos: la exigencia de que nos levantemos por lo que creemos, sin importar el riesgo o las consecuencias.

Así, cuando las masas y la prensa y el mundo entero te dice que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al Río de la Verdad y decirle al mundo entero…

"…No, muévete TÚ."


Defendamos a nuestro líder rebelde que se permite decir a los frívolos con su cuerpo y sus sentimientos, a los que desdeñan y odian a los que son diferentes por piel, región, género o credo -¡líbreme Dios de mirar jamás con superioridad a alguien sólo por no amarle, y menos por no amarle como le amo yo!-, a los furiosos impenitentes, a los que someten por la fuerza para no sentirse débiles, a quienes son admirados por sus riquezas aunque sean mal adquiridas… a todos los que viven en las tinieblas de este mundo creyendo que no puede haber otra cosa y que en la actualidad hay que aceptar esta corrupción porque ya es tarde para cambiar: "No, moveos VOSOTROS."

(Agradecimiento especial al gran guionista J. M. Straczinsky, autor de esa inspiradora cita del Capitán América)

sábado, 12 de julio de 2008

Orgulloso

Estoy muy orgulloso de mi vida. Quisiera no engañarme tanto a este respecto. Soy muy afortunado. Tengo una mujer que me ama, cosa que atesoro como nada en esta vida porque es la viva encarnación de mis sueños y mi felicidad. Tengo pocos amigos que hayan sobrevivido a la distancia porque he bailado los últimos años entre mi amada Barcelona natal, mi fascinante e íntima Valencia y la descomunal y metropolitana Madrid, pero en todas ellas tengo gente. Pocos y maravillosos, que se alegran sinceramente cuando tienen ocasión de verme de nuevo, con los que la vieja llama que nunca se apaga se reaviva un poco siempre que hay ocasión. Tengo una mente despierta que entreno menos de lo que debo y un cuerpo sano al que doy de comer demasiado bien, ambos sanos, capaces y mejorables, pero eso último nunca deja de estar al alcance de mi mano, y por eso sigo trabajándolos. Tengo talento para escribir y eso me llena de un modo único y distinto a todas las otras cosas. Si sólo tuviera una cosa de esta lista, ya merecería ser feliz. Y encontraría estúpidos, muy estúpidos motivos para amargarme. Ahora mismo, me cuesta más, y aun así los encuentro. Mi currículum no es el que quisiera, desperdicié (y aun lo hago) mucho tiempo en naderías, bla bla bla. Soy feliz. Esa es la verdad.

Tengo un Dios. EL Dios, ya que estamos en ello, por más arrogante que se considere el término. Como le decía a una amiga que me preguntó al respecto, plantear los hechos no es arrogancia. (En mis tiempos, comulgué con otros "dioses" (nótense las comillas y las minúsculas). Me pedían sacrificios que no entendía y a cambio obtenía cosas. Pequeños apoyos o alivios. Hay muchos de estos "dioses"; sexo, drogas, anorexia, dependencia… te hacen sentir algo agradable, al principio sin más costes, y luego te dañan. Y te convencen de que el daño es culpa tuya. Y buscas recuperar la sensación agradable del principio, cada vez con más ansia, cada vez recibiéndola menos… y cada vez más haciendo daño.) Mi Dios me pide como sacrificio que sea mejor persona. En serio, es lo único que me pide: que confíe en Él y que sea mejor persona, como un padre que te apoya y te anima, y no te prohíbe nada, pero te aconseja y te advierte: "este camino te traerá malas consecuencias". Amo estar en su presencia y la vida que me ha dado. Me hace feliz.

En inglés, "soberbia" y "orgullo" son la misma palabra. Me parece una carencia lamentable. La soberbia incluye desdén a quienes no tienen lo que tú, y más profundamente, tiende a generar sumisión ante quienes tienen más que tú. Yo estoy orgulloso de mis logros, y admiro a quien los ha desarrollado más. Admiro a los que escriben mejor, son más fuertes. No puedo admirar a nadie por ser más amado que yo… puedo alegrarme por los que tienen la suerte de ser tan amados como yo. Sé orgulloso, porque no tienes nada de que avergonzarte. Sé humilde, sí, y recuerda el verdadero valor de tus logros, y recuerda que los que están por debajo de ti recibirán tu ayuda como agua de mayo. Qué bella expresión, agua de mayo, benditos sean esas agradables lloviznas de primavera.

He tardado en escribir. No sabía qué decir que sea digno del ideal del Orgullo de Judea. Es el nombre de una hermandad de cuatro miembros, que ahora estamos dispersos… pero unidos. Uno de nosotros se ha perdido, y el resto oramos y le buscamos para recuperarle. Tendremos más hermanos con el tiempo, pero cada uno de nosotros es tan valioso que no tiene precio. El significado menos conocido de "orgullo" es "manada de leones". Somos, por tanto, un grupo de leones de Judea, hermanos del León de la tribu de Judá, como se llama a Jesús en Revelaciones 5:5. Nos complace luchar por ser mejores y no ceder a los males de la desidia y la sociedad. Nos sentimos orgullosos de ser cristianos. Nos alegramos de conoceros. Bienvenidos al Orgullo de Judea.

martes, 8 de julio de 2008

Orgullo de Judea

Somos amigos. Da igual quien vaya yendo y viniendo, somos un equipo. Y tenemos que confiar en que el miembro más importante de este equipo, El que nos salvó y El que nos amó tanto como para morir por nosotros, jamás nos va a fallar.
El que nos llevó a la cuidad de los Valientes para que pudiéramos encontrarnos, para que pudiéramos crecer y cambiar; jamás va a permitir que aquello por lo que un día decidimos luchar quede en un saco roto de sueños y promesas.
Tenemos que ser valientes, orgullo, aún estando separados. Porque estarlo es la oportunidad de luchar y decidir cada uno quién queremos ser. Porque hemos tenido valor para decidirlo, valor para separanos y luchar por nuestras vidas; valor para poner a Dios por delante de todo lo demás. Y Él nos va a recompensar. No os rindáis.
Porque el Orgullo de Judea es un gran sueño, y pase lo que pase, no lo olvidaremos jamás.