jueves, 21 de mayo de 2009

Vuelta a Casa

Vuelta a casa.

Sólo recuerdo que era mi último día de trabajo, vinieron mis compañeros a verme y a ayudarme a llegar salvo a casa, te preguntas por qué? Porque los Ángeles tenemos que cumplir un tiempo de trabajo protegiendo a los hombres, cuando acaba ese tiempo tenemos un día para volver a casa, si no, nos perdemos para siempre y claro a los otros les conviene que no lleguemos, pues sería uno menos para nosotros, uno más para ellos.

Yo tenía que llegar a la parada de metro, que oculta la puerta al cielo para Ángeles, ahí estaba nuestro refugio si pasábamos por las taquillas estábamos salvados, cuando un ángel muere estando de servicio, sólo vuelve a entrar al cielo, y se le otorga un nuevo trabajo pero ya no volverá a bajar a la tierra, pues los otros ya le conocen, asi que no podría proteger a nadie pues irían a por el. El caso es que en el último día de trabajo podemos elegir qué queremos hacer, subir, bajar o quedarnos... tú ya me entiendes...

Yo estaba muy cansado quería subir con el Padre, en verdad no conozco a nadie que no haya querido subir, bueno sé de un ángel que se enamoró de la chica a la que cuidaba y se quedó cuando acabo su tiempo, pero no sé de nadie que se haya ido hacia abajo por propia voluntad.

Ahora estoy en el suelo arrastrándome hacia la entrada del metro, veo a mis compañeros peleando, sólo quiero llegar, me repito una y otra vez, mientras veo como mis compañeros entran en el metro buscando refuerzos, otros simplemente aparecen dentro y me mirar con cara de impotencia, no pueden salir, no pueden ayudarme porque les acaban de matar, la gente pasa a mi lado ajena a la batalla que está habiendo a su alrededor, y yo sigo aquí en el suelo, veo a uno de ellos acercarse a mí, pero mi amigo Samuel se interpone, pobre, después de mucho forcejeo y de matarlo muere desangrado tirado a unos centímetros de mi, intento recordar como he llegado hasta aquí.

Mis amigos habían venido a por mí; venían en dos motos y tres coches distintos, para despistar, yo tenia que ir en mi coche, pero en último momento Bernard sugirió que probablemente supieran cuál era mi coche, mejor era que yo fuera en otro, él se ofreció a ir en el mío, fue el primero en morir, lo recuerdo saltando por los aires con una sonrisa al poner en marcha el coche, y morir al caer al suelo, si salgo de esta tengo que recordar darle las gracias a este chico, bueno a él y a todos los que murieron, dejándolo todo para que yo volviera a casa, respiro con dificultad, me escondo en un baño de la estación ya falta poco, estoy muy cerca pero tengo que reponerme un poco para poder cruzar, Dios sólo quiero poder cruzar! Por qué lo hacen todo tan difícil! Sigo recordando mientras intento acompasar mi respiración, no debo hacer ruido, si no todo este esfuerzo no habra servido para nada, seguimos por la carretera yo sólo quedan las motos y el coche donde voy yo con Santiago y Flora, ni siquiera se quién va en la primera moto, pero esa chica salta de repente encima de uno de ellos y le golpea en la cabeza, bien por ella! O no! un grupo muy grande se dirige enfurecido hacia ella, corre! Le chillo, no me escucha, el coche es blindado.¿De verdad hacía falta tanto esfuerzo para que yo llegue a casa? los humanos lo tiene tan fácil sólo tienen que llamar al padre y el nos manda para protegerlos, nosotros lo tenemos más complicado, me siento impotente... Samuel se ríe de mi, intenta tranquilizarme, me recuerda que de todos modos, todos tenemos que volver al cielo en algún momento, ¿qué mejor que hacerlo por un amigo? le pregunto si no le importa la persona que esta a su cargo, ahora sí noto la tristeza en sus ojos, si muere le echará de menos, el trabajo en el cielo es demasiado aburrido para alguien como Samuel o como Flora, pero se resignan porque saben que un día les tocara a ellos y entonces podrán descansar cantando “ Cuán grande es Dios” mientras el Padre mira complacido.

Corremos por toda la ciudad ya queda menos, sólo tenemos que atravesar el puente y ya estaremos en frente de la boca del intercambiador que da al metro,

Flora no esta mirando hacia adelante pues a su derecha intenta morderla uno de ellos, se deshace de él pero chocamos con el coche de un hombre, bueno seguro ya era su hora si no no estaría ahí, el coche sale volando damos tres vueltas de campana, quizás por eso no recordaba qué hacia en el suelo tan cerca de la boca del metro, ya me siento un poco mejor, menos mal que nos regeneramos pronto, tengo que salir con cuidado de este baño, no creo que quede ninguno de mis compañeros, tampoco quedarán por alrededor muchos de ellos, no veo a nadie eso me preocupa, no es normal, miro al interior, mis compañeros me miran con dulzura, que hermoso se ve todo ahí dentro, quiero ser uno de ellos, por favor fuerzas no me falléis ahora... ya decía yo que era extraño que no hubiera nadie, mis compañeros me señalan entonces lo veo, es uno de sus jefes, codicia creo que se llama, ha ido ascendiendo últimamente por culpa de esta humanidad que no cambia si no es para peor, es grande, verde, de ojos rojos, me da miedo pero no puedo dejar que me venza, no le dejaré, recuerdo a mi protegido, cómo luchaba cada día por un mundo mejor, y por los amigos que tanto quería, su familia les llamaba él, recuerdo lo valiente que fue hasta el último momento, y lo feliz que se fue a casa, yo quiero irme con él, no permitiré que nadie se interponga, le pego, le clavo mi espada, chilla cae, y corro, corro con todas mis fuerzas voy vestido con ropa humana, por fin paso por los tornos de la taquilla, noto como mis alas antes ocultas para no llamar la atención se abren de golpe, mi cara se ilumina, me hago más grande, más rosado, soy feliz!!! Soy libre!! Por fin puedo cantar “Hosana, al Altísimo” El Padre se acerca a mí, me da la bienvenida, me arropa con sus brazos, y mis amigos están aquí, incluso aquellos a los que yo mismo ayude a cruzar, y mi protegido, no esperaba menos, ahí está a la diestra del Padre, me mira y me sonríe, gracias Señor por permitirme llagar a casa.

Fin

domingo, 3 de mayo de 2009

El orgullo del orgullo

"No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino." Lucas 32-12.

He ahí una palabra dada explícitamente a nosotros, el Orgullo de Judá. Pero no somos orgullosos ni soberbios. Somos un orgullo, es decir, una manada de leones, decididos y luchadores, varones y varonas de valor probado y sometidos a Jesucristo, nuestro Señor, nuestro Aslan. Como nos enseña Pablo, buscamos repudiar el orgullo y no glorificarnos más que en nuestras debilidades.


En castellano, al pecado capital se le llama soberbia, y se le distingue del orgullo honorable como una versión corrupta del mismo, altanera y distante. El idioma inglés, en cambio, no hace esa distinción, y llama al pecado capital "pride", es decir, orgullo. ¿No hay algo, entonces, de lo que estar orgulloso? ¿No hay logros que nos hayamos ganado?

Jesús deja muy clara esta verdad, delante del hombre que tenía en sus manos el juicio sobre su vida. La máxima autoridad del imperio en toda Judea habló así al capturado mesías:
"Entonces dícele Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿no sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba." (Juan 19:10-11) Es decir: las autoridades sobre la tierra están donde están por voluntad de Dios. El dominio de las naciones lo concede el Padre, y por el pan que pudiera ser lo único que se comiera en un día, también al Padre se dan las gracias.

La Biblia nos dice que toda bendición viene del Señor, por gracia, por la vida que Él nos concede. Nosotros sólo hemos de poner nuestro esfuerzo, porque "esfuérzate y sé valiente" es una frase muchas veces repetida en la Biblia, y con razón. Dios nos enseña a orientar nuestro esfuerzo hacia los sueños que Él pone en nuestro corazón en lugar de dejarnos derrochar sudor y lágrimas en objetivos que no son adecuados. Por tanto, ¿de qué estarás orgulloso? Igual que no presumirás del color de tu cabello como si fuera gracias a ti que lo tienes, tampoco puedes querer enaltecerte de tus logros. Es más, a toda la iglesia se anima a que "todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce cuando fuere tiempo" (1 Pedro 5:5-6). Aparentemente, es simple: el orgullo niega la bendición de Dios y nos hace olvidar la gratitud que le debemos. Sólo por este delirio humanista ya valdría la pena deshacerse de él.

Pero hace muy poco que he comprendido la verdadera trampa del orgullo. Es una verdad sorprendente y poderosa. El orgullo es la satisfacción producida por los logros propios, es decir: por lo que puede hacer uno mismo. Pones toda tu fuerza y obtienes un difícil resultado, y te ensoberbeces. Bien, es comprensible y todos lo hemos hecho. Ahora, pensemos en lo dicho. El motivo de estar orgulloso es que es "tu" logro hecho con tus capacidades. Pero si esa bendición, esa victoria de tu esfuerzo, en realidad no nace de ti, sino de Dios, y rechazas el orgullo, dejando de decirte "he llegado a lo máximo que puedo hacer y por tanto puedo estar satisfecho", comprendes la verdad. No hay meta demasiado alta. No hay nada que no puedas hacer, porque no lo vas a conseguir tú, sino Dios. No dejes que tu esfuerzo se mienta a sí mismo para detenerse y drogarte de arrogancia... ese límite no ha existido jamás, porque Dios todo lo puede. ¡Sin orgullo, no hay triunfo demasiado alto, y realmente llevarás la obra que Dios te encarga hasta el infinito! ¡Sin tu orgullo, Dios es invencible en ti!

"TODO LO PUEDO EN CRISTO, QUE ME FORTALECE." (Filipenses 4:13)

sábado, 2 de mayo de 2009

El toro y las piedras de tropiezo

Llamamos "piedra de tropiezo" a un pecado reincidente. A una cadena a la que ataron al viejo hombre, y de la que el cristiano renacido no se sabe libre fácilmente; como en todo, es necesario buscar a Dios y clamar a Él para que veamos que en realidad carece de poder sobre nosotros. "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Por supuesto, esa verdad tiene nombre: Jesucristo, que proclamó: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mi" (Juan 14:6).

La expresión "piedra de tropiezo" es bíblica, y es la obvia inspiración para el refrán de que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Habitualmente, lo que hacemos con esa piedra es moverla a un lado. La apartamos del centro del camino, donde nos hacía caer y era visible, y la dejamos dos palmos más allá, donde no molesta y se la ve menos. De hecho, cuando tienes un día tonto y sin querer caminas dos palmos más allá de lo habitual, te tropiezas con ella precisamente porque, sutil ella, estaba menos a la vista, pero ahí, en el camino que quieres recorrer. Y porque te parece muy pesada para ti, porque es más fácil, porque no importa y la próxima vez te acordarás, la dejas de nuevo ahí. No hace falta ser muy listo para saber como sigue la historia habitualmente, ¿verdad?

Es decir: imaginemos que al recibir a Cristo, decides dejar las lecturas pornográficas. Muy encomiable. Así que las guardas en el estante de arriba, donde no las veas y no te tienten. Bueno, generalmente YA estaban en el estante de arriba, escondidas culpablemente, pero ahora lo están con voluntad cristiana, ¿no? Te das una palmadita en la espalda y, orgulloso, te vas a la reunión de jóvenes de esa tarde. Lástima que a la vuelta, por aburrimiento, costumbre, y porque "una miradita rápida no hará daño, y más ahora que lo he dejado", esa noche no será una Biblia lo que estés mirando ávidamente. Y por cierto, eso te hará sentir mal y culpable y un pésimo cristiano, un estado de ánimo en el que cuesta mucho reunir voluntad para, al día siguiente, no volver a hacer lo mismo.

No vas a ganar de ese modo. No con tus fuerzas. Lo repetiré una y mil veces: NO CON TUS FUERZAS. Eres una criatura nueva, que ya no cae en la soberbia de intentar vencer por sí sola, siguiendo los cánones humanistas. Eres de Cristo, y todo lo puedes en Él, que te fortalece. Confiando en Dios, y negando al Diablo -el que te tienta a pecar, y luego te acusa de hacerlo- y, sobre todo, negándote a ti mismo, hallarás la victoria que está ahí para ti.

De este tema trata, con su simpatía habitual, La Hormiga en su tema "El Toro", cuya letra os incluyo a continuación, junto con las bendiciones del Orgullo de Judá:

EL TORO
El toro es un salvaje
que lucha con mi ser
El toro es un salvaje
a más no poder
El toro quiere todo
todo para él
Él es el enemigo
que está en la piel
El toro te arremete
quiere apurar
Si yo no hago algo
conmigo va a acabar

(chorus)
Sacrifiquemos al toro (x3)
Sacrifiquémoslo…

El toro no es cordero
Él quiere destruir
Él es pecaminoso,
sucio y vil
Al toro no le importa
si vos querés cambiar
El toro lo que quiere
es rascar al personal
Acaba con tu toro,
matalo de una vez
Mirá que es como el polen
tú puedes recaer

(chorus)

El toro es agresivo
tiene maldad
Al toro no le gusta
que busques santidad
Muchos confían en la fuerza de su toro
Yo no confío porque el toro no es mío
Toro, bestia, salvaje es este cuerpo
cuidate, te digo, te queda poco tiempo.

(chorus x2)

Todos los toreros
presten atención
sepan que este toro
es una maldición
El toro es tu carne
El toro sos vos mismo
Si no te controlás
caés en el abismo
No hay otra manera
No es para dominarlo
Dios te dará la fuerza
para sacrificarlo

(chorus x2)