viernes, 26 de septiembre de 2008

El león en el exilio

Mi anterior entrada mencionaba de pasada la película de El Rey León como una fuente de información sobre los leones bastante inadecuada. En cambio, su historia tiene un fondo francamente fascinante; no es una historia nueva, pero desde luego que no es una que debamos olvidar, mis Leones y Leonas. Veréis qué rápidamente os resulta familiar (y pido disculpas a quien no haya visto la película, porque para analizarla debo contar del principio al fin; avisados estáis si seguís leyendo).

El protagonista de la historia, Simba, es el heredero del reino de su padre: toda la creación conocida. Todas las bestias le rinden pleitesía, porque su lugar natural es la soberanía, por derecho. La inmensa sabana, sus montes, sus llanos, sus arroyos y ríos y tierras y árboles, le esperan. Pero el joven León se pregunta por el rincón más oscuro del reino, al que su Padre le ha advertido que no acuda. Él y su compañera Nala, su amiga, su igual, su futura esposa, van juntos hacia el lugar de la perdición, tentados por el corrupto "hermano menor" del Padre, Scar. Allí habitan las hienas, las despiadadas carroñeras que no aceptan el orden natural y están dispuestas a quebrantarlo.

Scar y sus inmundos sicarios aprovechan la desobediencia del joven León, usándolo como cebo para alejarlo de su Padre, al que hacen desaparecer. Es más, le dicen que esta separación será eterna, que nada le redimirá jamás ni le devolverá a su sitio. El heredero de la creación huye y se pierde, y deja el mundo en manos del Enemigo. Vagará perdido y tratará de olvidar; uniéndose a otros individuos perdidos, deja atrás su dignidad de príncipe y se alimentará de insectos y gusanos y alimañas, y se convencerá de que esa vida es la suya. Deja atrás la memoria de su padre; olvida sus principios y su poder real para decirse a sí mismo que sólo importa ignorar el mundo y buscar la propia felicidad. "Vive y deja vivir, vive y sé feliz", se repite como un mantra.

Pero un día, encuentra a la niña de su infancia, convertida en mujer. Y en una mujer que vive en ese mundo adverso, dominado por el Enemigo; y sobrevive en él siendo valiente y esforzándose, y aferrándose a la esperanza de que la justicia prevalecerá. El cachorro es ahora un León adulto y poderoso… que no conoce su propio poder porque lleva toda su existencia viviendo en la humillación, hasta convencerse de que esa es la única realidad. Pero el ejemplo de valor que se le pone delante inflama su corazón, y los mismos cielos le muestran el rostro de su Padre, que le bendice y restaura a su condición original; será, por tanto, más que vencedor. Volverá a su tierra y se enfrentará al traidor, al mentiroso. Aceptará su lugar en la tierra como soberano, y sin duda lo reclamará. Y el edén renace de nuevo. ¿Familiar, no es cierto?

Simba representa al Hombre, caído en desgracia y separado de su Padre, nuestro Dios Jehová, humillado y alimentándose de inmundicia como una bestia inferior, igual que el impío rey Nabucodonosor, que pasó siete años pastando hierba como si en vez de un monarca fuera una cabeza de ganado; pero una vez más, el Hombre recordará su verdadera esencia.

En otro ejemplo de la misma historia, en El Señor de los Anillos leemos que cuando Sauron, la encarnación del mal, trató de conquistar la Tierra Media, cuando el mundo era joven, las naciones de elfos, enanos y hombres se alzaron en su contra y le derrotaron. Pero Isildur, rey de los hombres, se hizo con el anillo del malvado. Se le advirtió en contra de ello, pero el monarca se dejó llevar por su deseo. El anillo terminaría por ser su perdición, traicionándolo, y toda su descendencia paga el precio. Su dinastía se extravía, convertidos en humildes cazadores, despreciados, tomados por ladrones; los llamados montaraces.

Serán necesarias muchas generaciones para que su último descendiente, Aragorn, varón de corazón conforme a la justicia y el honor, es hallado por Gandalf, un Istari (un enviado de los dioses, que morirá para salvar al resto de redentores de la Comunidad del Anillo, pero que volverá a la vida) y éste le guiará para que se alce para reclamar su trono de nuevo, repudiar la fuente del mal original y llevar a la humanidad a una nueva edad de oro. El Hombre cae, es humillado, recibe la posibilidad de perdón… y la toma. Y en adelante, por duro que sea el esfuerzo, la victoria es suya.

El Señor vela por nosotros, y reconociéndole, nos reconocemos a nosotros mismos; no en vano fuimos y somos hechos a su imagen y semejanza. Sólo nos queda vivir en justicia, amor y santidad, agradeciendo el maravilloso sacrificio de Jesús, y triunfar, y vivir eternamente en gloria en el mundo perfecto que resucitará con nosotros, bajo el amor de Dios.

martes, 9 de septiembre de 2008

Los leopardos no cambian de manchas

Es un viejo proverbio. Los leopardos no cambian de manchas. Esos grandes y hermosos gatos, los leopardos, las panteras, mantienen siempre esa curiosa coloración suya. Poca gente sabe que las panteras negras también tienen las mismas manchas, sólo que son un matiz de gris oscuro apenas distinguible si no es de cerca. El dicho, por su parte, hace referencia a que la gente no cambia. Se suele decir cuando alguien recae en una mala costumbre y nos decepciona. No hace mucho, nos ha ocurrido esto en el Orgullo.

No vamos a dar detalles porque ni es necesario, ni nos aportaría nada a nosotros, ni os ayudaría a vosotros tampoco. El caso es que, en estos momentos, la gente mundana de nuestro alrededor -gente más ciega, más desesperanzada, que no consideran que la luz de Cristo sea real ni poderosa- aprovechan para reafirmarse en su creencia. Les confiamos nuestra desilusión y ellos se apoyan en ella para usarla de argumento y repetir una vez más: "¿Comprendes que tu fe es absurda?"

Bueno, hubo un largo período de victoria sobre este miembro del Orgullo. Muchas heridas se cerraron, algunas mejor curadas que otras; siempre las hay que dejan cicatriz… pero sin duda se ha alejado de nosotros más fuerte que cuando llegó. Ahora su error está siendo creer que han sido sus propias fuerzas las que le han restaurado así. Me temo que su destino, alejándose del camino que Dios le tenía preparado, es volver a caer y, con suerte, darse cuenta de su equivocación y tener ocasión de reemprender su vida como debe. Pero cada vez que uno vuelve a desviarse puede ser la última…

Hace muchos años, mi hermano pequeño tuvo una grave discusión con su profesora, en párvulos. Mi hermano comparte conmigo una mente despierta y un gran interés y amor por la naturaleza. Su maestra mostró una imagen a los niños, unos cachorros de leopardo, les dijo. Debió ser algo así… casi un gatito, pero moteado de esa forma tan evidente. Sólo que mi hermano afirmó que era un león, que él lo reconocía de un libro que tenía en casa.

La maestra se lo negó, le señaló las inequívocas manchas y finalmente decidió que el niño le llevaba la contraria sin motivo, quizá para demostrar algo o demasiado orgulloso para rectificar. Mientras mi hermanito lloraba desolado, la maestra lo riñó y llegó al extremo de llamar a mis padres para que le reprendieran. Mis padres vieron las imagen. Ese día, aquella profesora descubrió azorada que los leones nacen con manchas, pero las pierden al crecer. Disney obvió el detalle, y también la maestra de nuestra historia. Sí, también este cachorrete de la derecha es un león. ¿No es precioso?

Vivimos rodeados de leopardos. La mayoría, es cierto, no se deshacen de sus manchas, y hasta se las justifican como algo inamovible. Pero eso es una excusa. Los humanos tenemos libre albedrío. Podemos decidir qué deseamos hacer. Somos los herederos naturales de este mundo; nada de él puede someternos… sólo debemos recordar esa gran verdad, y pedir a nuestro Padre que nos redima. Aceptando el sacrificio del mayor de nuestros hermanos, Cristo Jesús, el primero y mejor de los cristianos, el rostro humano de Dios mismo, volvemos a encauzar nuestra vida hacia el trono que nos corresponde, dejando de ser los príncipes depuestos de la Tierra, regresando a la diestra del Señor. Atrás quedarán los leopardos que no quieren cambiar de manchas. Adelante, conmigo, con nosotros, caminarán los leones… la iglesia del Dios vivo, y firmes entre ellos, el Orgullo de Judea.