sábado, 28 de febrero de 2009

Soldados de pleno derecho.

¿Cómo saber por qué puertas entrar o no?

¿Si algo te habla de Dios, puede ser malo?

¿Qué daño hay en hablar con los ángeles de Dios?

Hace poco, una muchacha a la que estoy ministrando en contra de la brujería me planteó preguntas similares a estas. El Adversario utiliza muchas, muchísimas veces, la Palabra de Dios para esconderse. No "La" Palabra, sino pasajes sueltos, descontextualizados, para atraer a los confusos y los perdidos. Esta muchacha, practicante de ocultismo como es, afirmó haber leído la Biblia entera. No lo dudo, pero leer sin comprender es perderse, y como le gusta decir a Fiore -y a Amparines cuando la sacamos del cajón-, "el texto sacado de contexto es un pretexto."

La Virgen María, sin duda, no quiere ser adorada. El glorioso arcángel Miguel, en toda su majestad conferida por nuestro Señor, no quiere que su nombre se invoque en busca de poder. De hecho, sin duda el que lo haga, el que lo hace, encuentra poder de los ángeles... pero no de aquellos ángeles fieles que sólo obran siguiendo orden de Dios, como debería hacer todo creyente cristiano, sino de los que rehuyeron su autoridad.

Hay un don del Espíritu Santo, maravilloso y primordial, llamado discernimiento. Es, sencillamente, la capacidad de distinguir la presencia de Dios, o la ausencia de la misma -que suele comportar manifestación del Enemigo- en lugares, objetos y personas. Se manifiesta, como todos los dones, empezando por la paz y el gozo que prácticamente caracterizan a un cristiano, en un alma despejada, purificada por la sangre de Cristo. Por supuesto, si ese cristiano se ha apartado del Señor y se ha contaminado, la luz nueva que le permite ver eso se enturbia y apaga. No hace mucho que me ocurrió, con dolorosas consecuencias que no detallaré, pero desde luego eso me ha motivado a rendirme totalmente a la voluntad de Jesús para que no vuelva a ocurrir.

Pero esta muchacha que he mencionado afirmaba que su maestra en las artes oscuras hablaba con Dios. Bien, tengo la firme seguridad de que no habla con mi Dios, el Dios de David y Abraham, el Verbo que se hizo carne por mí. Ella puede creer que sí, incluso sinceramente, pero en tanto que humana sin la gracia del Señor, no tiene el don de discernir adecuadamente. Esa mujer, lo sepa o no, llama Dios a Satanás. Están en mis oraciones, tanto la maestra como la alumna, porque la hechicería fue mi gran pecado en el pasado, y hoy siento carga por los engañados por ella.

Aun así, dado que mi discernimiento es más débil de lo que debería, el Señor me llena de precaución en cuanto a conocer a la maestra. He de crecer en Cristo mucho aun, y Él me dirá cuando estoy listo para esa prueba y para luchar por salvar ese alma. De momento, sigo orando, revistiéndome en la sangre maravillosa de Jesús y siguiendo al pie de la letra las instrucciones de la carta a los Efesios: coraza de justicia, yelmo de salvación, escudo de fe, el doble filo de la Palabra, el Evangelio como calzado que guía y sustenta y la verdad ciñendo mis lomos. Cargar con esta armadura constantemente es duro al principio, pero cuando te acostumbras a ella, eres un soldado de Dios de pleno derecho.